martes, 7 de diciembre de 2010

RUSOS EN MADRID

En Madrid son conocidos los shakespeares de la literatura rusa, Tolstói o Dostoyevski; el esplendor del ballet ruso o la música celestial de Tchaikovsky. Pero qué experiencias traen consigo los ciudadanos rusos afincados en la capital de España. Conocemos realmente cómo es esa comunidad estigmatizada como muchas otras por estereotipos que en nada contribuyen a acercar ambas culturas.

Rusia es el país más extenso del mundo con una superficie de 17.075.400 kilómetros cuadrados, más de la novena parte de la tierra firme del planeta, y con grandes diferencias tanto geográficas como políticas, religiosas o culturales. También se trata del país con las mayores reservas de recursos minerales y energéticos del mundo todavía sin explotar, y es considerada la mayor superpotencia energética.

Los flujos considerables de la inmigración rusa en Madrid son relativamente tempranos en comparación con otras comunidades extranjeras. Si bien no se trata de una inmigración muy numerosa. En España se calcula que hay unos 45.000 rusos legales; y esa misma cantidad la sumarían los que se encuentran en situación irregular. En la Comunidad de Madrid tan sólo residen el 10% del total, pues los rusos afincados en nuestro país eligen destinos costeros o del sur de España para vivir.

El desmoronamiento de la Unión Soviética en los años 90 y la falta de oferta de trabajo junto con el alto nivel de vida que tenía España en aquellos años, hizo que muchos ciudadanos rusos dejaran atrás su país en busca de mejores condiciones de vida.

Si de algo pueden presumir es de su excelencia en las artes y las ciencias y de unos índices de éxito educativos altísimos. Es por ello que a diferencia de otras diásporas, la rusa goza de buena cualificación y alto grado de preparación, dedicándose a sectores como la enseñanza, la ingeniería, la medicina o la música.
Para promover la cultura y la lengua rusa en España nació en 2001 la Asociación cultural España- Rusia. Organizan veladas dedicadas a poetas y escritores rusos, así como exposiciones de pintura o conciertos de música clásica. Y es que cabe destacar que la mayoría de las orquestas sinfónicas de España cuentan con muchos compositores de origen ruso.
Andrei Silin es el vicepresidente de la Asociación y único ruso en el Consejo Directivo. Lleva 11 años en Madrid. Vino como funcionario estatal del dentro cultural y científico ruso. También ha sido director de la Fundación Pushkin, una de las más renombradas en Madrid. En su país estudió filología de lenguas románicas. “siempre me había sentido atraido por los países que hablaban esas lenguas”, comenta Andrei.
Algo que le llama la atención es el imaginario que se tiene de los rusos. “cuando se habla de mafia rusa resulta que de 40 personas implicadas sólo hay 3 rusos. Los medios de comunicación han hecho mucho daño y ayudan a crear un estereotipo que provoca el miedo en los españoles”, afirma Andrei.

Cuando llegó a Madrid lo que más le llamó la atención fue la suciedad de los bares. “Al principio no entendía por qué en los bares se tira todo al suelo. Luego comprendí que cuanto más sucio esté un bar, mejor es”, comenta entre risas.

Anna es una joven rusa de 23 años. Proviene de la región del sur de Rusia, cercana al Cáucaso. Lleva casi una década en Madrid. Vino con sus padres, porque asegura que estaban cansados de la vida de allí. “Donde nosotros vivíamos no había clase media. Además, la seguridad escaseaba en una zona donde las mafias chechenas y el terrorismo afgano estaban muy presentes. Lo malo es que se piensa que todos los rusos somos mafias por culpa de una minoría”, comenta Anna.

Dada la magnitud del país ruso, el clima frío de Moscú o Siberia no se da en todas las regiones. Anna asegura que no ha notado tanto el cambio de clima porque donde ella vivía llegaban incluso a los 40 grados en verano. “de hecho soy muy friolera y no bebo vodka para entrar en calor” agrega entre risas.

Para los inmigrantes rusos la primera barrera a salvar a la hora de integrarse es el idioma. “al principio me costaba mucho. Incluso no me querían admitir en el instituto. Lo aprendí en apena cuatro meses. Además, siempre está el idioma de gestos con el que te puedes comunicar”, cuenta la joven.

Con 17 años Anna ya trabajaba como consultora financiera. “Hasta que llegó la gran crisis y el negocio dejó de funcionar. Ahora prefiero dedicarme a otros sectores más artísticos, como los dibujos animados o videojuegos inspirados en buenos valores para llegar al corazón de los más pequeños”, afirma con rotundidad.

Nos cuenta que no extraña Rusia y que aquí se siente muy bien. Incluso tiene un lugar predilecto al que le gusta ir para conectar con su tierra. “En Fuenlabrada hay una explanada que me recuerda a la vista que tenía desde mi ventana en Rusia. Sólo tengo que mirar los árboles, los pájaros o las estrellas para sentir que estoy allí”, comenta con aire nostálgico.


Ludmila trabaja como médico en la Clínica San Rafael. Proviene de la antigua ciudad de Stalingrado, al sur del país. Se considera una sureña a la que le gusta el calor y las ciudades grandes como Madrid. Nos cuenta que los inicios en España hace ya 10 años fueron muy duros. Tuvo que trabajar como camarera o teleoperadora hasta que 3 años después de su llegada le fueron homologados sus estudios de medicina. “Quería conocer mundo. Hubiera sido todo más facil en países nórdicos de Europa, pero son un tanto ajenos para mi. Quería vivir en un país cálido” afirma Ludmila.

A pesar de la distancia geográfica entre España y Rusia, el colectivo ruso afincado en Madrid insiste en afirmar que son más las similitudes que las diferencias entre ambas comunidades. “El primer contacto es diferente. Los españoles son más lanzados y los rusos tenemos más recelo; pero una vez que se conocen , los rusos son tan abiertos y divertidos como los españoles. Lo de la fiesta es inherente a ambas culturas”, asegura Ludmila entre risas.


Como dijo el célebre escritor ruso León Tolstói, “el arte es uno de los medios de comunicación entre los hombres”y está demostrado que la cultura rusa y su comunidad en Madrid tienen mucho que aportarnos y enseñarnos.

lunes, 6 de diciembre de 2010

JAPONESES EN MADRID

El país de Japón, conocido por su significado literal como «La tierra del sol naciente», es una de las mayores potencias del mundo. Su población asciende a 127 millones de personas situándose en el décimo puesto de los países más numerosos del mundo. También es el sexto país exportador y el octavo importador.

Dadas esas características, el perfil del japonés en Madrid se presenta bajo la condición de inmigrante emprendedor, con un alto nivel de instrucción y desempeñando trabajos en puestos de gran responsabilidad y claves para empresas. Suele ser una migración temporal y las edades quedan comprendidas entre los 24 y los 44 años.

La presencia japonesa en Madrid no es muy numerosa y no tiene un pasado muy extenso. Hasta mediados de la década de los 60 la migración nipona se dirigía a Estados Unidos o a Sudamérica a países como Brasil, México o Perú, que cuentan con grandes colonias asentadas. Los sectores a los que se dedicaban eran el comercio, la agricultura o la construcción.

Durante los años 60 y como consecuencia de la liberalización de la economía española, surgió el interés de esta sociedad por el mercado español y su mano de obra barata. Fue entonces cuando comenzaron a proliferar las filiales de multinacionales japonesas que se consolidaban como empresas con una organización basada en la flexibilidad, la innovación y la alta competencia. Eran sobretodo empresas dedicadas al sector de la electrónica (Panasonic, Pionner, Seiko, Canon...), del automóvil, de productos químicos y a la banca.

En los años 80 aumentó considerablemente el número de japoneses afincados en nuestro país coincidiendo con la entrada de España en la Unión Europea en el año 86.
No obstante, la migración japonesa que España venía recibiendo se frenó durante los años 90, cuando el país asiático se sumió en una grave crisis económica y financiera que hizo que las filiales en España se trasladaran a Europa del Este y China, países en esos momentos con una mano de obra más barata.

Con la posterior recuperación económica, Japón vuelve a consolidar la presencia en Madrid de multinacionales, y la recepción de sus trabajadores y turistas vuelve a constituir una comunidad inmigrante que aunque no numerosa goza de gran poder en nuestra sociedad.

Por supuesto, no hemos hablado hasta ahora de un aspecto de atracción de japoneses a nuestro país que no goza por ello de menos importancia. Y es que todo lo referente a nuestra cultura identitaria y al imaginario que de ella tienen los japoneses les fascina. El flamenco es uno de los rasgos culturales por el que más se sienten atraídas sobretodo las mujeres.



Akako es una joven japonesa (o eso me parece a mí. El caso es que cuando le pregunto su edad se asombra de que lo haga y se avergüenza de los casi 40 años que tiene a pesar de aparentar ni si quiera los 30) que vino con la intención de aprender a bailar flamenco. Lleva aquí tan sólo dos meses y me deja boquiabierta con su nivel de español. Lo está aprendiendo en la escuela Hispania Estudio 2 situada en la calle Santiago, en los aledaños del Palacio Real. La decisión de venir hasta aquí le costó 5 años de meditación y asegura que no se arrepiente, a pesar de reconocer que ha dejado muchas cosas atrás, entre ellas su trabajo como terapéutica ocupacional en un hospital psiquiátrico.
Al llegar aquí se entusiasmó con la sociedad española, a la que quiere estudiar en profundidad;concretamente el envejecimiento de la población española, rasgos que nuestra demografía comparte con la japonesa.
Afirma que ambas sociedad tienen también muchas diferencias. Un rasgo que le llamó la atención es el individualismo de los españoles. En Japón, me cuenta, que la colectividad es lo más importante. “Siempre tienes que estar pendiente de los demás. A veces no puedes hacer lo que te apetece porque tratas de satisfacer los gustos de los demás. Aquí me siento mucho más libre de poder decir y hacer lo que me venga en gana”.

Yuki tiene 28 años y proviene de la ciudad de Okayama, situada al sur de la isla, aunque trabajaba en Tokio como traductora de inglés y japonés antes de decidir emprender una nueva etapa en España. Quiere aprender nuestro idioma para ampliar su abanico a la hora de ejercer su profesión. En un principio venía con la pretensión de regresar a Tokio con el español aprendido, pero la vida aquí le gratifica y le gustaría poder desempeñar su trabajo aquí, “a pesar de que la situación esté complicada. No quiero ganar mucho dinero. Tan sólo quiero experiencia”, asegura entre risas con ese sentido del humor que tienen las japonesas.

Nos cuenta que lo que más le extrañó al llegar a Madrid es la multiculturalidad que se ve por las calles “en Japón es difícil observar a tanta gente extranjera y de países tan diferentes como se ve aquí. Eso me sorprendió positivamente”.
No echa de menos la vida japonesa, aunque asegura que mantiene el horario de cena que tenía en su país, bastante antes de la hora española. Otro de los rasgos de la vida estudiantil española al que no se adapta es a la fiesta. “los universitarios salen todos los días del fin de semana. En Japón no tenemos esa costumbre. Preferimos quedar en un restaurante y charlar durante horas”, afirma riéndose.

Mayumi es la más joven de las entrevistadas. Tiene 23 años y le hace mucha gracia cuando le digo que tenemos la misma edad. Su profesora de español me advierte de que tiene muchos pájaros en la cabeza. Sin embargo, tras esa fachada de joven alocada se aprecia la madurez que está experimentando tras su estancia en España lejos de su familia y amigos. En Japón estudiaba la carrera de Económicas, la cual paralizó cuando tan sólo le quedaba medio curso. Decidió venir a España porque quería vivir una experiencia nueva y demostrarse a sí misma sus capacidades a la hora de adaptarse a otras culturas. El imaginario que tenía de nuestro país ayudó mucho a su elección. “pensaba que en España la gente era abierta, la comida estaba muy rica y había mucho sol. Eso para mí era muy importante”, comenta entre risas.
Lo que más le gusta es la fiesta de los jóvenes españoles, con los que comparte piso además de con un grupo de chinos. De éstos dice que son muy cerrados y que no se relacionan tanto con los españoles como ella.
Mayumi pretende que su estancia sea temporal para volver a su país a terminar sus estudios y quién sabe si después regresar aquí; pero eso sí, como una trabajadora más.
También ha realizado voluntariado en la Cruz Roja atendiendo a inmigrantes sin papeles, algo que le encanta pero que a su vez le chocó al llegar aquí “Ya había colaborado como voluntaria en mi país y allí el voluntariado se entiende de otra forma. Allí trabajábamos, construíamos casas y escuelas. Aquí el voluntariado tiene un significado más psicológico. Se trata de ayudar a los demás hablando. Y eso me resultó extrañó a principio”
Afirma que estando aquí echa en ocasiones de menos su tierra. Por ello ha empezado a recibir clases de Karate, a pesar de que nunca antes lo había practicado. “como en la clase soy la única japonesa aprovecho y practico también mi español”, comenta riéndose.

El cine japonés es cada vez más conocido en España, con embajadores como Kurowasa o Kore-eda; así como el español va ganando popularidad entre la población japonesa. Naoko es el engranaje entre ambas cinematografías. Su marido es director de cine independiente en Japón y ella ha venido a España para empaparse del cine español y llevarlo allí para que se conozca. “Allí sólo se conocen las películas de Almodovar y mucha gente no las entiende porque son situaciones un poco raras. Por ello hay que comprender profundamente la cultura del país para asimilar su cine”, asegura Naoko.
En Japón trabajaba como economista con una jornada laboral estresante. Un día se cansó y decidió dejarlo todo y venir a estudiar. Pretende pasar 3 años aquí y regresar con el cine español bien estudiado.


Como comunidad extranjera asentada en Madrid desde hace ya unas décadas, también tiene centros dedicados a exportar la cultura de Japón a todos los españoles que se quieran acerca a la misma.
En el centro “Arte y Cultura de Japón” en la calle Juan Ramón Jiménez tienen como principal objetivo la divulgación de las diferentes manifestaciones artísticas y culturales japonesas, como son el ikebana ( cultivo y decoración con plantas), la lengua japonesa, los jardines zen, el shodo (caligrafía) el sado (ceremonia del té) o el origami ( papiroflexia). Su directora Rikako Yano, japonesa afincada aquí desde más de 20 años es una experta en las artes japonesas y la mejor embajadora de la misma.

El colectivo de japoneses de Madrid es variopinto y muy curioso, con grandes conocimientos y modos de entender la vida, que van más allá del sushi, las geishas o el karate y a los que merece la pena acercarse y seguir la pista.

sábado, 27 de noviembre de 2010

BRASILEÑOS EN MADRID


Brasil es un país de contradicciones.
Posee grandes dimensiones poblacionales y territoriales y enormes potencialidades tanto económicas como tecnológicas, que en los últimos años le han hecho colocarse a la cabeza de los países emergentes. Es el país más grande del subcontinente americano y el quinto del mundo (después de China, India, EEUU e Indonesia) y tiene una superficie territorial de 8.514.876 km2.
Sin embargo, también es una sociedad considerada como una de las más injustas y desiguales con índices altísimos de estratificación social.

Son las desigualdades raciales, regionales, de renta y género las que conllevan sueldos más bajos y condiciones peores para las clases más bajas, las que conducen a éstas a emigrar fuera del país.

Los procesos migratorios de Brasil y España han experimentado una inversión simultánea. Hasta los años 60 Brasil era un país receptor de población, mientras que España era emisor. A partir de la década de los 80 esas tendencias se invierten y Brasil empieza a expulsar población, mientras que España se sitúa a la cabeza de países con mayores índices de inmigración de Europa.

La necesidad económica tras la llamada “década perdida” que en los años 80 sumió a Brasil en una grave crisis económica y financiera, hizo que los flujos migratorios hacia España comenzaran a hacerse visibles.

En la actualidad hay alrededor de 90.000 brasileños en España. Madrid, segundo lugar mayoritario de destino después de Barcelona, acoge aproximadamente a 7.000

Para los españoles Brasil es samba, carnaval, capoeira, alegría, exotismo, calidez, cultura y ambiente latino... Esos estereotipos tienen obviamente algo de cierto pero no reflejan la realidad de los brasileños que llegan hasta nuestro país.

La primera y gran curiosidad de los brasileños es que se descubren latinos en España. Su autopercepción antes de llegar aquí es la de no identificarse con ecuatorianos, peruanos o colombianos.

Al principio esto les provoca un choque cultural al ser considerados como parte de una realidad con la que no se identifican. Sin embargo, la buena aceptación por parte de los españoles de la cultura popular, la música o la gastronomía brasileña hace que pronto salven esa barrera y aprecien que el hecho de ser latinos no es sino un plus que les facilita la integración.

En un principio, España no constituye el lugar de asentamiento definitivo de los brasileños que emigran hacia Europa, sino un lugar de tránsito hacia otras ciudades como Londres o Bruselas.

Lo lógico sería pensar que Portugal fuese el destino europeo por excelencia por las similitudes culturales y lingüísticas. Sin embargo, el pasado colonial ha generado prejuicios y un sentimiento generalizado de inferioridad de los brasileños aderezado por el imaginario que los portugueses tienen de ellos como de gente poco fiable. De modo que la comunidad inmigrante brasileña se siente mejor acogida en nuestro país.

La migración brasileña es predominantemente femenina. La mayoría de estas mujeres trabajan como empleadas del servicio doméstico o abren sus micronegocios dedicados en su mayoría a peluquerías o restaurantes; mientras que los hombres se dedican a sectores como la construcción o la seguridad.

La fama y el encasillamiento identitario de la alegría y la fiesta obligatoria del brasileño supone una demanda de esta comunidad en el sector de servicios nocturnos. Es por ello que ciudades costeras y turísticas como Barcelona son las que mayor número de brasileños acogen.

Menara Guizardi es una brasileña que lleva 4 años en Madrid. Vino con una beca para hacer su tesis doctoral sobre la capoeira en la Universidad Autónoma y es una gran conocedora de la comunidad brasileña afincada en España. Asegura que una de las cosas a la que más le cuesta adaptarse es al gélido invierno madrileño, estación en la que más echa de menos la tropicalidad de su país.

Otra de las barreras de integración tanto para ella como para la gran mayoría de los brasileños es la derivada de lo que ellos llaman la “cordialidad brasileña”. “Cuando llegué a la universidad donde trabajo, en la cafetería acostumbrara a pedir el café diciendo mil veces por favor, utilizando todos los tiempos verbales en condicional y redundando algo que aquí en España es tan sencillo como: ¿me pones un café?. A veces me siento mal comprendida por dicha cordialidad”
Menara también conoce los estereotipos asociados a los inmigrantes brasileños y uno que le preocupa especialmente: el de la mujer brasileña como mito sexual asociada a las prácticas de prostitución. No es de extrañar si consideramos que de 100 rutas internacionales con estos fines, 32 tienen su fin en España. En Galicia por ejemplo, el 60% de las mujeres que se dedican a la prostitución son brasileñas. “esta tendencia genera un estereotipo perverso ligado a la mujer brasileña que es preocupante. Es necesaria la concienciación en países turísticos como España, donde la prostitución es un atractivo que atrae a muchos extranjeros. Existen acuerdos bilaterales para atajar este problema, pero aún hay mucho trabajo por hacer tanto por parte de las autoridades brasileñas como por la Unión Europea”
Algo que Menara destaca de su experiencia en España es que la condición migratoria hermana. Asegura haber conocido Sudamérica aquí, ya que cuando vivía en Brasil no tuvo oportunidad de viajar. “Siempre ha habido gran rivalidad entre los brasileños y los argentinos, probablemente por la disputa del fútbol. Aquí he tenido oportunidad de conocer a gente argentina y he descubierto que son maravillosos, algo que jamás hubiera pensado cuando vivía en Brasil”, comenta entre risas.


A diferencia de otras comunidades de inmigrantes, la brasileña no tiene muchas asociaciones que representen o presten servicios a sus compatriotas. Esto se debe al interés que muestran por integrarse en la sociedad española y hacerse invisibles. "Es una comunidad menos articulada pero también hay muchos lugares de encuentro", asegura Menara que nos cuenta que hay toda una movida brasileña donde poder disfrutar desde la gastronomía hasta escuchar música mientras bebemos caipiriña o acudir a discotecas o bares a bailar samba.

Eliana es un perfil de brasileña distinto al de Menara. Trabaja en una empresa de repatriación de cadáveres y preside la Asociación de Mujeres Emprendedoras de Madrid. Con 20 años de estancia en España y unos hijos españoles criados aquí siente que su corazón está dividido entre Brasil y España. “me gustaría irme a vivir a Brasil con mis padres, que ya son mayores, pero mi descendencia está aquí.”Eliana cree que, a pesar del auge económico y social que está experimentando su país, aún se tiene una imagen muy deteriorada del mismo. "Es cierto que hay desigualdades pero la gente en Brasil está muy cualificada y bien formada y son muy trabajadores”
Vivió en Holanda una temporada, pero afirma que el estilo de vida de los españoles no lo cambia por nada. Asegura que los holandeses son muy cerrados, que no tienen tanta costumbre de invitar a los amigos a casa, algo que si le gusta de España. Para esta brasileña existen cuatro lugares del mundo que uno no debe perderse por su belleza indiscutible: Ámsterdam, Paris, Madrid y Rio de Janeiro. Afirma que pasear por la Gran vía, el Retiro, o contemplar la Puerta de Alcalá es un paraíso.

Lo que le impresionó al llegar a España fue la cantidad de gente mayor que había. En Brasil la estructura de la sociedad es inversa a la española. Allí la natalidad es alta y la mortandad también, por lo que es extraño ver pasear por las calles a tanta gente mayor en buen estado de salud.



Sin duda la capoeira forma parte del panteón de la identidad brasileña, junto con el fútbol, la samba y el carnaval. Tiene su origen en la resistencia de los esclavos afrodescendientes que luchaban contra la esclavitud en el periodo colonial y que adoptaron este modo de expresión como acto para revelarse.

También es un arma muy eficiente de rescate de las clases más desfavorecidas de la sociedad, sirviendo como proyecto de ayuda para sacar de las calles a niños que no encuentran otra salida que la delincuencia.

Eso lo sabe mejor que nadie el Maestro Pantera, el padre de la capoeira en Madrid y pionero en traer esta práctica a la capital española hace ya veinte años. “llegué por casualidad para hacer un casting. Entonces empecé a empaparme de la movida brasileña que había aquí y decidí quedarme. Ahora no puedo marcharme porque tengo una tarea que cumplir”afirma con rotundidad cuando se le pregunta si volvería a Brasil. Esa tarea es la de dejar asentado un Imperio, el Imperio Pantera que ha creado a través de 50 escuelas de Capoeira entre Brasil, España y Hungría. “Quiero asegurarme de que todo está en buenas manos antes de marcharme”.


Lo cierto es que la tendencia a retornar al país de origen es un sentimiento generalizado entre los brasileños, que siguen desde el otro lado del charco los avances y progresos económicos de su país, mientras que ven como España intenta salir de una crisis que se prolonga y que no ofrece las oportunidades que venían buscando.